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El universo continúa revelando sus secretos, y esta vez, el protagonista es un pequeño cuerpo celeste que ha permanecido oculto a la vista humana durante más de medio siglo. Se trata de 2025 PN7, un asteroide que ha sido recientemente clasificado como cuasiluna de la Tierra, tras ser detectado por astrónomos del observatorio Pan-STARRS, ubicado en el volcán Haleakala, en Hawái.
Este descubrimiento, confirmado en septiembre de 2025, ha captado la atención de la comunidad científica internacional por sus implicaciones en la comprensión de la dinámica orbital de objetos cercanos a nuestro planeta.
A diferencia de la Luna, que está gravitacionalmente ligada a la Tierra y la órbita de forma estable, una cuasiluna es un tipo de asteroide que no orbita directamente la Tierra, sino que acompaña al planeta en su trayectoria alrededor del Sol. Desde la perspectiva terrestre, parece que estos objetos orbitan la Tierra, pero en realidad siguen una órbita solar muy similar a la de nuestro planeta. Este fenómeno crea una relación gravitacional temporal y compleja, que puede durar desde semanas hasta siglos.
Las cuasilunas se diferencian de las llamadas minilunas, que sí pueden quedar atrapadas temporalmente en la órbita terrestre. En el caso de 2025 PN7, los astrónomos han determinado que su órbita es estable y que ha estado acompañando a la Tierra durante aproximadamente 60 años, sin haber sido detectada hasta ahora debido a su pequeño tamaño y débil brillo.
El asteroide fue observado por primera vez el 29 de agosto de 2025 por el telescopio Pan-STARRS1. Su existencia fue inicialmente propuesta por el astrónomo aficionado Adrien Coffinet, quien identificó su trayectoria en datos archivados y compartió sus hallazgos en la Minor Planet Mailing List. Posteriormente, los investigadores Carlos y Raúl de la Fuente Marcos, de la Universidad Complutense de Madrid, confirmaron su estatus como cuasiluna mediante simulaciones orbitales detalladas.
Según los cálculos actuales, 2025 PN7 tiene un diámetro estimado de entre 19 y 30 metros, lo que lo convierte en la cuasiluna más pequeña conocida hasta la fecha. Su brillo es extremadamente tenue, con una magnitud de 26, lo que explica por qué pasó desapercibido durante tanto tiempo. Solo puede ser detectado por telescopios avanzados cuando se encuentra en su punto más cercano a la Tierra, a unos 299.000 kilómetros, una distancia comparable a la de la Luna.
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La trayectoria de 2025 PN7 es particularmente interesante. Alterna entre una órbita circular cercana a la Tierra y una órbita de herradura, similar a la de otra cuasiluna conocida, Kamoʻoalewa. En esta última configuración, el asteroide puede alejarse hasta 297 millones de kilómetros de nuestro planeta. Se espera que permanezca en su órbita actual durante otros 60 años, antes de que la influencia gravitacional del Sol lo desplace nuevamente a una órbita más lejana.
Este tipo de comportamiento orbital es característico de los asteroides del grupo Arjuna, que tienen trayectorias solares similares a la de la Tierra. A diferencia del cinturón principal de asteroides, ubicado entre Marte y Júpiter, los Arjuna son cuerpos pequeños que se mueven en sincronía con nuestro planeta, lo que los convierte en candidatos ideales para estudios científicos y misiones espaciales.
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Una de las hipótesis más intrigantes sobre el origen de 2025 PN7 es que podría ser un fragmento de la Luna, expulsado durante un impacto antiguo. Esta teoría se basa en similitudes con Kamoʻoalewa, otra cuasiluna que ha sido seleccionada como objetivo de la misión china Tianwen-2, cuyo propósito es recolectar muestras y regresar a la Tierra en 2027. Aunque aún no se ha confirmado el origen de 2025 PN7, los investigadores consideran que su composición es probablemente rocosa y natural, descartando que se trate de basura espacial o satélites artificiales.
El profesor Teddy Kareta, de la Universidad de Villanova, quien ha estudiado previamente cuasilunas y minilunas, señala que la evolución orbital de estos objetos permite distinguir entre cuerpos naturales y artificiales. En el caso de 2025 PN7, todo indica que se trata de un asteroide auténtico, posiblemente proveniente del cinturón secundario de asteroides Arjuna.
El descubrimiento de 2025 PN7 no solo amplía el catálogo de cuerpos celestes cercanos a la Tierra, sino que también ofrece nuevas oportunidades para la investigación astronómica. Estos objetos, por su proximidad y estabilidad orbital, son accesibles para misiones no tripuladas y pueden servir como plataformas de prueba para tecnologías de exploración planetaria. Además, su estudio puede revelar información valiosa sobre la historia del sistema solar, la dinámica de los asteroides y los procesos de formación lunar.
Carlos de la Fuente Marcos destaca que encontrar y estudiar cuasilunas como 2025 PN7 permite comprender mejor la vecindad cósmica de la Tierra. “El sistema solar está lleno de sorpresas, así que seguimos buscando”, afirmó en declaraciones recientes.
A pesar de su cercanía, 2025 PN7 no representa una amenaza de impacto para la Tierra. Su órbita está bien definida y no intersecta directamente con la trayectoria del planeta. De hecho, la mayoría de las cuasilunas y minilunas conocidas no presentan riesgos significativos, aunque su monitoreo constante es esencial para la defensa planetaria y la prevención de posibles colisiones en el futuro.
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Este tipo de vigilancia es parte de los esfuerzos globales para identificar objetos cercanos a la Tierra (NEOs, por sus siglas en inglés), que podrían representar peligros potenciales. En este sentido, el hallazgo de 2025 PN7 refuerza la importancia de contar con sistemas de observación avanzados y colaboraciones internacionales en el ámbito astronómico.
ÁNGELA URREA PARRA
NOTICIAS CARACOL