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La historia de vida Katherine Tapia, la arquera de la selección Colombia femenina, va mucho más allá que una carrera deportiva exitosa. Es el testimonio de una mujer que ha enfrentado la pobreza, la incomprensión y la depresión, y que ha salido adelante con una fuerza que hoy la convirtió en símbolo de resiliencia. Desde el corregimiento de Las Flores, del municipio de Santa Cruz de Lorica, en Córdoba, hasta el arco de La Tricolor, la futbolista ha recorrido un camino lleno de obstáculos. En Los Informantes, reveló difíciles momentos por los que ha pasado.
Katherine Tapia creció en un entorno donde el fútbol no era visto como una opción de vida. Sus padres querían que estudiara, y aunque era una estudiante destacada, su amor por el balón la llevaba a dejarlo todo por jugar. En su corregimiento, los niños no la dejaban participar en los partidos, y ella respondía con determinación, incluso a los golpes, para ganarse un lugar en la cancha.
Jugaba descalza o con zapatos tan viejos que le lastimaban los pies. A los 16 años, logró comprar sus primeros guayos, un símbolo de su perseverancia. Para costear sus entrenamientos y viajes, trabajó cuidando niños, siempre con la condición de que le permitieran jugar fútbol.
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Inicialmente se desempeñaba como defensa central, pero su destino cambió en Bogotá. Tras ser desconvocada de una selección sub-20, un técnico notó su altura y le propuso probarse como arquera. Así comenzó a forjarse una nueva etapa en su carrera, aunque aún lejos de la estabilidad que buscaba.
La dificultad de vivir del fútbol profesional la llevó a tomar una decisión radical: se unió a la Policía, siguiendo el consejo de un tío. Su paso por el ESMAD la expuso a situaciones extremas, enfrentando disturbios y violencia. Esa experiencia, aunque dura, le dio una resistencia física y mental que hoy aplica en el arco.
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“La adrenalina que se siente, porque el ESMAD es lo mismo, es estar recibiendo piedras y cosas, en el fútbol es estar recibiendo golpes, recibiendo balonazos”, recordó sobre lo que aprendió en la Policía y cómo lo aplica en el fútbol.
Mientras jugaba en los equipos del ESMAD, un miembro del cuerpo técnico del Atlético Nacional la vio en acción y la invitó a entrenar con el equipo que se preparaba para la primera Liga Profesional Femenina Colombiana. Durante dos años, Tapia vivió una doble vida entre la Policía y el fútbol, pidiendo permisos y vacaciones para poder entrenar y jugar.
Finalmente, tomó la decisión de dedicarse por completo al fútbol. Esa elección la llevó a una carrera profesional que ya completa siete años, en la que ha ganado títulos con el Palmeiras y ha sido reconocida como la mejor portera de la Copa América.
A pesar de sus logros, Tapia enfrentó uno de los momentos más oscuros de su vida tras una lesión de rodilla que le impidió participar en el Mundial Femenino de Australia en 2023. La frustración y el dolor la sumieron en una profunda depresión.
Durante cinco meses, su vida se volvió un abismo. Comía menos de lo necesario, dormía sin parar y cuando no dormía, lloraba. Se aisló completamente. “No permití que nadie ingresara a mi casa, no permití que nadie ingresara a mi círculo. Mi familia me llamaba y yo me las hacía la fuerte que estaba bien que no estaba pasando nada, pero yo estaba derrumbada por dentro”, confesó en Los Informantes.
La situación llegó a un punto crítico. “Ya mi estómago no aguantaba más medicación. Yo perdí 12 kilos”, recordó. Tocó fondo. No veía un futuro y llegó a pensar que la vida no tenía sentido.
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“Fueron cinco meses que estuve así depresiva, tanto que intenté quitarme la vida dos veces tomando medicamentos”, reveló. En ambas ocasiones, una llamada la detuvo. “Cuando lo intenté la primera vez me llamó mi mamá cuando lo iba a hacer. Y yo dije 'perdón Diosito' y la segunda vez me llamó una amiga, y yo ahí reaccioné y dije ¿qué estoy haciendo? No lo había hecho, estuve a punto de tomarme las pastillas”.
Gracias al apoyo psicológico y psiquiátrico, y a su inquebrantable fuerza de voluntad, Katherine Tapia logró salir del abismo. Volvió a jugar fútbol y, en pocos meses, recuperó su posición como arquera titular de la selección Colombia. Tapó en los Juegos Olímpicos de París y en la Copa América, donde fue reconocida como la mejor portera del continente.
“Es una responsabilidad muy grande porque es como tú das ejemplo con tu vida, toca tener mucho más cuidado qué mensaje quieres transmitir a las personas”, señaló.
Ante la pregunta de qué mensaje quiere transmitir, Tapia fue clara: “Que al principio los sueños cuestan, que no van a ser fácil, no vas a llegar y los vas a conseguir de una vez, pero que no dejes de luchar, no es de creer, de trabajarlos”.
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Su historia es un testimonio de que los sueños no se alcanzan sin sacrificio. Que detrás de cada arquera que tapa un penalti hay una mujer que ha tapado también los golpes de la vida. Katherine Tapia es una guerrera que ha vencido la pobreza, la incomprensión y la depresión. Una mujer que ha sabido levantarse cuando todo parecía perdido.
Hoy, Katherine Tapia no solo defiende el arco de la selección Colombia, también defiende que mostrar vulnerabilidad no es debilidad, sino valentía. Su historia llega en un momento en que el fútbol femenino colombiano vive una etapa de crecimiento y visibilidad. Tapia es una voz poderosa que puede inspirar a miles de niñas que sueñan con jugar fútbol, pero también a quienes atraviesan momentos difíciles y necesitan saber que no están solas.
El próximo partido de la selección Colombia femenina será el primero de las eliminatorias al Mundial del 2027 contra Perú, a finales de octubre. Katherine Tapia estará allí, firme en el arco, lista para tapar goles y seguir inspirando con cada atajada.
Porque si alguien sabe lo que es resistir, es ella. Una Tapia que honra su apellido, que actúa con firmeza ante los balonazos de la vida y que demuestra que, incluso en los momentos más oscuros, se puede volver a ver la luz.