
Donkey Kong Bananza no es un spin-off menor ni una excusa para explotar la nostalgia: es una reinvención audaz, explosiva y muy divertida de un personaje clásico que llevaba años pidiendo pista. Esta vez, Nintendo confió la misión al equipo detrás de Super Mario Odyssey, y el resultado es una aventura que no solo iguala esa obra maestra, sino que en muchos aspectos se atreve a ir más lejos.
Con un set de movimientos totalmente nuevo, una historia ligera pero encantadora, y una mecánica central de destrucción que se siente hecha a la medida de DK, Bananza es un juego que grita identidad propia desde el primer momento. Si alguna vez soñaste con un 3D Mario que se sintiera más físico, más caótico, más... gorila, este es el juego que estabas esperando.
Historia simple, mundo profundo
La narrativa es tan sencilla como efectiva: DK y Pauline —ahora convertida en una especie de estrella del rock retirada— se embarcan en una expedición hacia el núcleo del planeta en busca de los misteriosos Banandium Gems, mientras una corporación siniestra llamada Void Co. intenta hacer lo mismo, pero con intenciones más oscuras.
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DK quiere bananas. Pauline quiere regresar a casa. Y entre ambos, nace una de las duplas más inesperadamente encantadoras que ha tenido Nintendo en años. Aunque el guion no gana premios por profundidad, se las arregla para ser lo suficientemente emotivo y gracioso como para sostener las más de 30 horas de exploración que te esperan.
Destrucción con propósito
La gran idea detrás de Bananza es simple pero poderosa: todo puede romperse. El juego convierte cada entorno en un lienzo para la destrucción creativa, permitiéndote arrancar pedazos del suelo, lanzarlos como proyectiles, surfear sobre ellos o usarlos como doble salto improvisado.

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Pero lo más sorprendente es que esta mecánica no se siente como un truco visual. La destrucción en Bananza tiene intención, estrategia y recompensa. Romper no es solo golpear botones: es explorar, descubrir rutas ocultas, resolver acertijos y manipular el mundo para hacerlo tuyo. Es muy fácil salir a buscar una banana y darse cuenta que te quedaste rompiendo toda una montaña. Cada capa del mundo subterráneo (así se llaman los niveles) está repleta de secretos esperando a ser desenterrados —literalmente.
Plataforma al estilo DK
Aunque la destrucción sea la mecánica estrella, Bananza brilla igual de fuerte como plataformero. El movimiento de Donkey Kong es ágil, fluido y, sobre todo, poderoso. Puede trepar casi cualquier superficie, rodar, dar puñetazos en múltiples direcciones, hacer combos en el aire y usar su clásico golpe de palma para revelar objetos ocultos.
Lo que realmente lo eleva, sin embargo, es cómo se integran sus habilidades en la estructura de cada nivel. Las Layers no son simples escenarios decorativos: están diseñadas con precisión para que el jugador saque provecho de cada habilidad en situaciones variadas, divertidas y, muchas veces, sorprendentes.

Cada nueva capa introduce una mecánica distinta: deslizarse sobre lodo, manipular minerales flotantes, cultivar caminos… ninguna se repite más de lo necesario, lo que hace que el ritmo nunca decaiga.
Pauline y los power-ups
Pauline no es un simple NPC acompañante. Con su voz, puede revelar puntos de interés en el mapa, facilitando la búsqueda de los Banandium Gems y otros coleccionables. También desbloquea transformaciones únicas conocidas como Bananza Transformations, otorgadas por ancianos subterráneos que recuerdan a los sabios de Zelda.
Estas transformaciones no son solo mejoras cosméticas, sino mecánicas: cambiarán la forma en la que te mueves, luchas y exploras. Aquí se nota el mismo espíritu de experimentación que vimos en Odyssey, pero con un giro más físico y destructivo.
Un mundo para perderse
Visualmente, Donkey Kong Bananza es una carta de amor al voxel art, pero llevada a un nuevo nivel técnico gracias a la potencia de la Nintendo Switch 2. Los entornos son detallados, vivos y —lo más impresionante— totalmente deformables.
A pesar de toda esta carga gráfica y física, el juego se mantiene estable en 60fps la mayor parte del tiempo. Eso sí, en las secciones más intensas de destrucción simultánea, se notan algunas caídas y texturas que cargan tarde. También hay momentos donde la cámara sufre intentando seguir a DK cuando cava túneles improvisados.

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Aun así, la sensación general es de una producción pulida, ambiciosa y lista para mostrar de lo que es capaz el nuevo hardware.
Ritmo, música y ambiente
La banda sonora es otro punto alto. Las melodías ambientales acompañan perfectamente la exploración, pero los verdaderos protagonistas son los temas musicales de Pauline. Sus canciones se activan al transformarte y son tan pegajosas que terminan siendo parte esencial de la experiencia. ¿No es tu estilo? Se pueden desactivar, pero honestamente, sería una pérdida.
También hay referencias musicales ocultas, incluyendo homenajes a clásicos como Mine Cart Madness y Bramble Blast. Y si pones atención, incluso encontrarás pequeños guiños al DK Rap. La nostalgia de ver esos personajes que vimos en la Super Nintendo, la música y escenarios, todo está presente y reimaginado con cariño y detalle.
Rejugabilidad y extras
Completar la campaña principal puede tomar entre 20 y 35 horas, dependiendo de cuánto te dejes seducir por los coleccionables. Pero Bananza también ofrece:
- Más de 600 Banandium Gems
- Desafíos y combates estilo “Shrines” de Breath of the Wild
- Fósiles, atuendos y estadísticas para desbloquear
- Un modo creativo opcional llamado DK Artist, donde puedes esculpir libremente
Este último es un experimento simpático que no suma demasiado a la campaña, pero sí puede atrapar a los jugadores más creativos… o caóticos.
Conclusión
Donkey Kong Bananza no solo es uno de los mejores juegos de DK hasta la fecha, sino también uno de los plataformeros más originales y disfrutables en años. Toma inspiración de Odyssey, Zelda y hasta Minecraft, pero con una identidad propia cimentada (y reventada) a puño limpio.
Estos son los plataformeros que le agradecemos a la gran N. No solo por ofrecer una experiencia divertida y profunda, sino por arriesgarse a renovar fórmulas conocidas sin perder la esencia. Bananza tiene todo lo que le pedimos a un título insignia: jugabilidad fresca, mecánicas bien diseñadas, una dirección artística cuidada y toneladas de contenido.

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