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A la entrada del barrio Santa Fe, en pleno centro de Bogotá, se levanta un edificio de cinco pisos que llama la atención a quienes, a diario, transitan en TransMilenio por la avenida Caracas, a la altura de la calle 22. Detrás de las casas que guardan toneladas de plástico para reciclaje y personas sentadas sobre el paso peatonal que aparentemente consumen drogas todavía sobrevive la ya deteriorada edificación, que ahora se cubre con unas lonas negras translúcidas y donde algunos curiosos todavía golpean preguntando qué pasó aquí.
En un letrero gigante en la parte alta del edificio, con una letra de estilo medieval, reluce el nombre de El Castillo VIP, que fue un club nocturno exclusivo en Bogotá. En sus momentos de fama, en la entrada del hoy deteriorado edificio, solían estar hasta cuatro guardias de seguridad durante las 24 horas, vigilando quién entraba y quién salía, pues no cualquiera podía ingresar a este lugar.
El Castillo nació en el año 2003, un par de años después de que el barrio Santa Fe fuera denominado por las autoridades como Zona de Alto Impacto, permitiendo de una u otra manera el trabajo sexual. Así, se convirtió en uno de los espacios más “lujosos” para la vida nocturna en Bogotá.
No todo el mundo podía ingresar. Así lo contó Abbe Hernández, gestora cultural del barrio, quien recordó que allí ingresaban, incluso, personas de la farándula o políticos. En el espacio, señaló, trabajaban hasta 100 mujeres durante todo el día y, por dentro, había habitaciones especiales para los invitados que no querían ser reconocidos. Al lugar también ingresaban personas poderosas y mafiosos.
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En El Castillo todavía se ven las dos puertas para ingresar. Una para el público en general que lleva al gran salón principal, donde queda la barra de pole dance insignia del lugar. Los clientes VIP ingresaban por una puerta más pequeña cuando llegaban en sus ostentosas camionetas y se dirigían a los pisos superiores a alguno de los apartamentos privados, también dotados de barras de pole dance.
Sin embargo, este espacio, que bien podría seguir siendo un club nocturno, cambió en el año 2017 cuando la Fiscalía allanó el edificio al identificar los nexos de dos narcotraficantes con este lugar. Estos hombres, incluso, fueron extraditados a Estados Unidos.
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En las investigaciones se encontró que El Castillo VIP hacía parte de la red de lavado de activos del narcotráfico y pasó, posteriormente, a la Sociedad de Activos Especiales. Las propiedades allanadas a los condenados, según la Fiscalía, sumaban en ese entonces 6.000 millones de pesos.
Y así, durante cuatro años, este espacio quedó en ruinas. Hasta guaqueros llegaron a buscar si había enterrada alguna fortuna de los narcos. Lo que sí es cierto es que una caja fuerte fue saqueada durante los años que el edificio quedó en abandono, hasta que comenzó el rescate por parte de la Alcaldía para darle un nuevo aire, con cultura, arte y recreación. No obstante, la propia comunidad decidió dejar varios vestigios de lo que fue El Castillo, como un ejercicio de memoria de lo que pasó.
Uno de los elementos que guardan cierta esencia de lo que fue el club nocturno es este logo o escudo de El Castillo. Se conservan ropas o tacones de las trabajadoras sexuales y queda el aviso gigante de los precios del licor que se vendían.
Los rincones de este primer piso ahora también recuerdan la misma esencia del barrio Santa Fe. De hecho, atravesar las calles de este sector da cuenta de realidades a las cuales los bogotanos les dan la espalda: la prostitución, la drogadicción, la pobreza y también la falta de oportunidades.
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Del segundo piso hacia arriba están los espacios privados, hoy convertidos, muchos, en aulas de clase u oficinas. Antes eran habitaciones para los servicios que aquí se prestaban, por eso, cuando la Alcaldía ingresó al lugar en el año 2021 tuvo que reformar casi todo, pues además estaban en ruinas.
Este espacio del barrio Santa Fe funciona hoy como un lugar de esperanza para los habitantes. En todas las cuadras circundantes es donde se deja de ver las condiciones difíciles que lo rodean y les hace volar la imaginación a otros lugares.
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El Santa Fe, que lleva el nombre de como se llamaba la ciudad, no siempre fue un barrio de tolerancia. Su creación se remonta al año 1930 y fue todo un proyecto urbanístico muy destacado para entonces. Todo este terreno era una hacienda de la familia Tafur Villalobos, que negociaron con la constructora Ospinas para la urbanización.
El proyecto fue diseñado por un arquitecto austriaco llamado Karl Brunner. Y coincidió, en épocas de su poblamiento, con la Segunda Guerra Mundial. Muchas familias judías llegaron a asentarse a Bogotá y encontraron en los nuevos y modernos edificios su nuevo hogar. Incluso, la zona por muchos años era ciertamente exclusiva y refinada.
Con el paso de los años y debido a su cercanía con la estación de la Sabana, el Santa Fe se convirtió en una zona comercial y con la llegada de cientos de personas también empezó a aparecer el trabajo sexual, que se fue acentuando poco a poco, hasta que de una u otra manera con la denominación de zona de alto impacto se permitió que se convirtiera en un territorio para ejercer este trabajo. De hecho, a los pocos meses del aval fue que se fundó El Castillo.
En uno de los rincones del segundo piso, tras una puerta de madera, está el espacio infantil, a donde los niños llegan a diario a una especie de jardín infantil. Lo que antes era un casino hoy es un aula para la primera infancia. Y donde era el sauna para los clientes se transformó en un salón de juegos para los niños, cambiando por completo la estructura de lo que allí había antes.
El espacio no es solo para niños. Unos 300 personas ingresan a diario para talleres de peluquería, de confección, de arte… Hay muchas opciones. En las ventanas hacia los costados se ven dos realidades, las cuales muchos utilizan como espacios de reflexión. Por un lado, está la vista a los pagadiarios y los espacios de reciclaje. Al otro, lo que los niños llaman la Torre Eiffel del Santa Fe, una torre de energía cerca del otro burdel famoso de la zona: La Piscina, hoy también en extinción de dominio.
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Lo que es cierto es que hoy El Castillo de las Artes es el espacio céntrico del Santa Fe, donde muchos reconstruyen sus vidas a través de la cultura y aprenden oficios nuevos para cambiarle la cara a su entorno.
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