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Una mujer llamada Pegi Robinson dice que burló a la muerte no una, sino dos veces, y que en una de esas experiencias se atrevió a discutir con Dios para regresar a la vida. Actualmente tiene con 64 años y asegura que su misión es contarle al mundo lo que aprendió en ese umbral luminoso, entre galaxias, túnicas blancas y la certeza de que la muerte, como la conocemos, no existe.
Su primera experiencia ocurrió cuando era apenas una niña de cinco años, al borde de ahogarse en un estanque local. Pero fue a los 25 años cuando su vida se detuvo y arrancó al mismo tiempo. Embarazada de gemelos, sufrió complicaciones graves: un embarazo ectópico la llevó a perder litros de sangre en minutos y a ser declarada prácticamente sin posibilidades de sobrevivir.
Mientras su cuerpo se apagaba en el hospital, Pegi dice que salió “disparada como un cohete” por el espacio, aterrorizada, consciente de que había muerto. El viaje la condujo a una habitación blanca, inmensa y luminosa, donde sus ojos se detuvieron en una figura que no dejaba lugar a dudas: “Era Dios, y estaba dispuesto a escuchar mis quejas”.
En ese momento ocurrió un diálogo insólito, en el que ella le expresó a Dios: “¡Ni hablar! No iré, no puedes obligarme, tengo hijos que criar”. Pero Dios, según su relato, le mostró una escena en la que ella se comportaba como una niña malcriada, reclamando en una tienda lo que quería de inmediato. “Sabía que usó esta escena para hacerme saber que necesitaba humillarme ante él”, contó.
Incluso, en su súplica, llegó a soltar un improperio y sus propias palabras la sorprendieron en aquel “aire limpio y blanco”. La voz telepática de Dios, firme y amorosa, le respondió que era su hora. Pero Pegi no lo aceptó. Según el relato de la mujer, en esos momentos apareció Jesús, vestido de túnica blanca y con su cabello ondulado, que la llevó a sobrevolar la caravana donde vivía su familia.
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Desde arriba, vio a sus hijos hablar de su muerte. Su hijo menor, Jeremy, lloraba desconsolado: “Quiero que mamá regrese y la quiero de regreso ahora mismo”. Ese dolor, afirma, fue insoportable. Pegi volvió a los pies de Jesús, suplicando quedarse y, de repente, despertó en el hospital.
El diagnóstico de Pegi era devastador, había sufrido una hemorragia interna masiva que llenó su abdomen de sangre. Los médicos llamaron a su familia para despedirse, convencidos de que no sobreviviría. Perdió a los bebés, pero contra todo pronóstico, sobrevivió.
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Hoy, cuando recuerda ese episodio, asegura que su experiencia cercana a la muerte le enseñó que “Dios nos da recuerdos para educarnos. Estos se guardan en nuestras almas y son inolvidables”. Pegi ahora transmite en sus redes el mensaje de que no estamos solos, que la vida es un camino lleno de señales y que el amor de Dios se manifiesta incluso en las pruebas más desgarradoras. “Me siento llena de gratitud todos los días de mi vida porque Dios me ha permitido regresar y criar a mis hijos”, afirma.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL