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La doble tragedia de la familia Turbay: desde Diana Turbay hasta Miguel Uribe Turbay

Alejandro Uribe, hijo de Miguel Uribe, visitó el ataúd de su padre como alguna vez lo hizo el senador frente al de su madre, Diana Turbay, cuando también era tan solo un niño.

La doble tragedia de la familia Turbay: desde Diana Turbay hasta Miguel Uribe Turbay
Miguel Uribe y Diana Turbay, víctimas de la violencia en Colombia -
Colprensa

“Pongo mi fe en Dios”, escribió María Claudia Tarazona en redes sociales, con el alma hecha pedazos, apenas unas horas después del atentado que cambió su vida para siempre. Su esposo, Miguel Uribe Turbay, había sido víctima de un acto de violencia que estremeció al país. El 11 de agosto de 2025, dos meses y cuatro días después de recibir un disparo en la cabeza por parte de un menor de 15 años, Uribe falleció. El ataque ocurrió mientras pronunciaba un discurso como precandidato presidencial, una tarde de sábado, el 7 de junio, en el barrio Modelia, en la localidad de Fontibón, al occidente de Bogotá.

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La tragedia no era nueva para la familia Turbay. Era, de hecho, una herida que volvía a abrirse. Décadas atrás, el senador Uribe había perdido a su madre, Diana Turbay, asesinada el 25 de enero de 1991. La violencia, como una sombra persistente, parecía perseguir a esta familia marcada por el dolor.

Miguel Uribe Turbay y su madre fueron figuras profundamente ligadas a la historia de Colombia, pero también a sus heridas. Cuando Diana fue asesinada por el grupo criminal Los Extraditables, liderado por Pablo Escobar, Miguel apenas tenía cinco años. Su infancia quedó marcada por una ausencia que nunca pudo llenar del todo. Hoy, lamentablemente, su hijo Alejandro Uribe vive la misma historia de dolor.

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“He conocido a mi mamá a partir de las historias de otras personas, especialmente de mi familia”, confesó alguna vez Miguel, con esa mezcla de nostalgia y ternura que acompaña a quienes han perdido demasiado pronto a un ser querido. La partida de Diana fue, para él, una herida perpetua. “Es una ausencia que nunca se va a sanar”, decía con convicción, recordando a su madre como una “mujer generosa, solidaria, buena mamá, buena hija y excelente profesional. Pero lo que más me llena de amor es precisamente el amor que nos tenía a mi hermana y a mí”.

Azucena Liévano, quien compartió con Diana los días del secuestro, la recordaba como una mujer comprometida con la paz. “Había sido protagonista y había propiciado todo el tema de la paz con el M-19”, dijo, reconociendo en ella una voz que buscaba reconciliación en medio del conflicto.

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El periodista Juan Gossaín, testigo de tantas páginas dolorosas del país, expresó que “la muerte de Diana, dolorosa y terrible, desgarradora como fue, aportó al país un ‘basta ya’, un ‘ya no más’”. Y María Carolina Hoyos Turbay, su hija, siempre sostuvo que “mi mamá siempre soñó con la paz de Colombia y cómo desde el periodismo podía aportar un granito de arena”.

Miguel, inspirado por ese legado, convirtió el recuerdo de su madre en su brújula. “Entregó no solamente su vida, sino su tiempo, su esfuerzo, su convicción a una causa que creo que es necesario que cumplamos”, dijo, refiriéndose a la paz. Y agregó: “Es mi mayor motivación para trabajar en el sector público, es lo que eleva mi más alto nivel de compromiso a hacer las cosas bien”.

Diana Turbay: una periodista atrapada en el conflicto

Diana Turbay fue mucho más que una periodista reconocida en Colombia. Era hija del expresidente Julio César Turbay Ayala, y durante su gobierno, se desempeñó como su secretaria privada. Dirigió el Noticiero Criptón y la revista Hoy por Hoy, medios en los que dejó huella por su rigor, sensibilidad y compromiso con el país. Pero lo que más la distinguía era su convicción profunda de que el diálogo podía abrir caminos hacia la paz. Esa fe en la palabra, sin embargo, la llevó directo a una trampa mortal.

El 30 de agosto de 1990, Diana fue secuestrada por el grupo criminal Los Extraditables. Había sido engañada con la promesa de una entrevista con Manuel Pérez, líder del ELN, una oportunidad que, para ella, representaba un puente hacia la reconciliación. Pero detrás de esa cita falsa se escondía una estrategia perversa: los narcotraficantes querían presionar al gobierno de César Gaviria para evitar la extradición a Estados Unidos. Diana cayó en esa red, y durante meses permaneció en cautiverio, en condiciones precarias, mientras su hijo, Miguel Uribe Turbay, entonces un niño, la esperaba en casa con la esperanza intacta.

El 25 de enero de 1991, en medio de un operativo de rescate, Diana fue herida de bala. Alcanzó a ser trasladada a un hospital en Medellín, pero su cuerpo no resistió. Su muerte sacudió al país, generó una ola de indignación y se convirtió en símbolo del altísimo precio que Colombia ha pagado en su lucha contra el narcotráfico.

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Diana Turbay dejó tras de sí un legado de valentía, de compromiso con la verdad y de amor por la paz. Su historia sigue viva en la memoria de quienes creen que el periodismo puede ser un acto de servicio y que la paz, aunque esquiva, merece cada intento.

Miguel Uribe Turbay: de la tragedia familiar a la política

Miguel Uribe Turbay nació en 1986, en una Colombia que ya comenzaba a mostrar las grietas profundas de la violencia. Su infancia estuvo marcada por una pérdida irreparable: la muerte de su madre, Diana Turbay, una herida que atravesó a su familia y que lo acompañó durante toda su vida. A pesar de ese dolor temprano, Miguel vio en la política un camino para transformar el país que le había arrebatado tanto.

Con el tiempo, construyó una carrera pública. Fue concejal de Bogotá, secretario de Gobierno durante la administración de Enrique Peñalosa y más adelante senador por el partido Centro Democrático. Desde el Congreso, fue una voz crítica del gobierno del presidente Gustavo Petro y defensor de las políticas de seguridad. En sus recorridos por el país, una de sus frases fue: “vuelve la seguridad”.

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Pero el 7 de junio de 2025, la violencia volvió a tocar su vida, esta vez de forma brutal. Durante un evento de campaña en Bogotá, Miguel fue víctima de un atentado sicarial. Un menor de tan solo 15 años le disparó, dejándolo en estado crítico. Fue trasladado de urgencia a la Clínica Santa Fe, donde los médicos realizaron una craniectomía descompresiva para reducir la presión intracraneal. El país entero siguió su evolución con el corazón en vilo, pero su estado se agravó y finalmente Miguel perdió la vida.

El atentado generó una ola de rechazo desde todos los sectores políticos. El presidente Gustavo Petro, en su alocución del sábado 7 de junio, pidió investigar a los escoltas de la UNP que ese día protegían a Miguel Uribe. Álvaro Uribe, por su parte, expresó que “atentaron contra una esperanza de la patria”. Y el expresidente Juan Manuel Santos escribió en su cuenta de X: “La historia nos enseña que la violencia verbal conduce a la violencia física. Por eso es necesario atemperar el lenguaje, comenzando por el propio presidente Gustavo Petro, quien es el más obligado a dar ejemplo”.

Tras el intento de homicidio, el menor huyó del lugar, pero fue reducido por uno de los escoltas. En los videos de seguridad se le ve cojeando, gritando que lo hizo por dinero y por su familia. Se supo que vivía con una tía, y que su padre no residía en Colombia. Fue entregado a las autoridades competentes y llevado a un centro asistencial para recuperarse de las heridas que le causó el escolta.

Alejandro Uribe, hijo de Miguel Uribe Turbay, se acercó al ataúd de su padre con la misma tristeza con la que, años atrás, el senador había visitado el de su madre, Diana Turbay, cuando también era tan solo un niño. En ese instante íntimo, se repitió el gesto silencioso de una despedida que atraviesa generaciones. Alejandro, en brazos de su mamá, María Claudia Tarazona, vivió el mismo dolor que su papá tuvo cuando tenía 5 años y perdió a su mamá. Fue un momento cargado de memoria, de amor y de dolor, donde el pasado volvió a hacerse presente, como si la historia de la familia Turbay se escribiera, una vez más, en silencio.

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Así se cerró una vida marcada por el dolor, pero también por la esperanza. Miguel Uribe Turbay, como su madre, creyó en el poder de las ideas, en el servicio público y en la posibilidad de un país mejor. Su partida deja una ausencia profunda en su familia y sus seguidores.