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Colombia ha sido escenario de crímenes que, por su brutalidad, frialdad y las historias que los rodean, han conmocionado a toda la población, dejando cicatrices imborrables en la memoria colectiva. Desde el asesinato de un bebé a manos de su propio padre hasta la trágica muerte de un famoso estilista planeada, según autoridades, por su hermano, estos casos revelan las facetas más oscuras de la naturaleza humana y la lucha incansable de las víctimas por encontrar justicia. Los familiares de las víctimas han narrado sus historias en Los Informantes.
El 24 de octubre de 2007 nació Luis Santiago, un bebé de 3.7 kilos y 50 centímetros con ojos azul profundo como el cielo. Su llegada fue anunciada con júbilo por su abuelo en un programa de radio y se convirtió en el día más feliz de la vida de su madre. Ivón, quien trabajaba en un cultivo de flores, vivía para su hijo, un niño risueño al que llamaba "mi puñito" y que a sus 11 meses ya empezaba a gatear y a balbucear.
La tragedia ocurrió el 23 de septiembre, el día que Luis Santiago cumplía 11 meses. Esa noche, mientras Ivón se quedaba dormida, la puerta de su cuarto fue abierta de un golpe. "Veo una persona totalmente vestida de negro de pies a cabeza", relató. Fue atacada brutalmente por un hombre y una mujer que la amordazaron, la ataron y la dejaron al borde de la asfixia. Cuando logró liberarse, descubrió lo peor: su hijo no estaba. "El desespero de saber que mi hijo no estaba y que lo tenían esos miserables... no me podía dejar en paz", confesó Ivón.
El padre del niño, Orlando Pelayo, un taxista casi 30 años mayor que Ivón, se mostró angustiado y la acompañó durante los primeros días de la investigación. Incluso, en una velatón pública, imploró: "Que no le hagan daño a mi hijo y lo más pronto posible me lo devuelvan". Sin embargo, una llamada anónima lo señaló como el principal sospechoso. Luego, Pelayo confesó haber ordenado el secuestro, aunque inicialmente culpó a sus cómplices de la muerte del niño.
Seis días después del rapto, y tras días de agonía para Ivón, la esperanza se desvaneció de la forma más cruel. "Me dice la directora de libertad, 'no mamita es que el niño está muerto'", recordó Ivón en entrevista con Los Informantes. "A mí se me acabó la vida ya, lo que tenía yo para luchar, por luchar, ya, ya no era". En medio del dolor más profundo, descubrió que estaba nuevamente embarazada de Pelayo, una noticia que la sumió en una profunda depresión.
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Orlando Pelayo fue condenado a 58 años de cárcel y murió en 2023 sin revelar jamás por qué asesinó a su hijo. Ivón, por su parte, se convirtió en una activista que lucha para que se instaure la cadena perpetua para asesinos y violadores de niños en Colombia. "Somos el país del olvido", lamentó, mientras recuerda su hijo y sigue luchando para que su historia no se repita.
Mauricio Leal era conocido como el estilista de las estrellas. Figuras como Carolina Cruz, Andrea Serna y hasta la actriz de Hollywood Tilda Swinton pasaron por su cotizado salón de belleza en Bogotá. Su historia fue una de superación: empezó vendiendo arepas en Cartago y, gracias a un talento innato, se convirtió en una marca personal, un referente en el mundo de la estética.
Su hermano mayor, Jhonier Leal, también se dedicaba a la peluquería, pero siempre vivió a la sombra del éxito de Mauricio. Mientras su hermano construía un imperio, él acumulaba deudas y fracasos. "Se notaba mucho la envidia, (le decía a Mauricio) ‘pues que tú preferiste gastar tanta plata en esto en vez de colaborarme a mí que soy tu hermano’", recordó en Los Informantes Esteban Buitrago, amigo cercano de Mauricio, sobre las conversaciones entre ellos.
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El 21 de noviembre de 2021, la tragedia se desató en la lujosa casa que compartían en La Calera. Mauricio y su madre, Marleny Hernández, fueron encontrados sin vida, apuñalados en la misma cama. De acuerdo con la investigación, la escena del crimen fue manipulada para simular un suicidio, con una nota testamentaria que dejaba toda la fortuna a Jhonier. Desde el primer momento, Jhonier fue el principal sospechoso, aunque en entrevistas iniciales actuó como una víctima desconsolada: "Jamás hubo una mala palabra, jamás hubo nada de eso, menos con mi mamá".
La coartada se derrumbó cuando los investigadores accedieron al celular de Mauricio. Encontraron mensajes y audios enviados desde el teléfono de la víctima cuando ya estaba muerta. Acorralado por las pruebas, Jhonier confesó. "Aprovecho la oportunidad para hacer mi manifestación de arrepentimiento, pidiendo perdón antes que nada a mi familia, a mis hijos, a las víctimas y a todo Colombia", declaró en una audiencia. Sin embargo, luego se retractó, aseguró que era inocente y que fue presionado para aceptar el crimen. Fue condenado a 55 años y 3 meses de cárcel por el crimen.
Con solo 21 años, Valentina Trespalacios era una DJ reconocida en la escena electrónica de Bogotá, con una carrera en ascenso y planes de futuro. Creía haber encontrado el amor en John Poulos, un ciudadano estadounidense al que conoció por internet. Pese a la barrera del idioma, iniciaron una relación a distancia que culminaría, supuestamente, con él mudándose a Colombia para vivir con ella.
El 19 de enero, Poulos llegó a Bogotá. Las cámaras de seguridad registraron cada uno de sus movimientos: la llegada al apartamento que alquiló, las salidas de fiesta con Valentina y, finalmente, la macabra secuencia que terminaría con la vida de la joven. La relación, sin embargo, estaba marcada por una obsesión mortal. La fiscal del caso señaló un "ciclo de violencia" que incluía acoso y control, pues Poulos incluso había contratado a un investigador privado para seguirla.
El domingo 22 de enero de 2023, un reciclador encontró una maleta azul en un contenedor de basura. Dentro estaba el cuerpo de Valentina. Las cámaras mostraron a Poulos sacando esa misma maleta del apartamento en un carrito de mercado y metiéndola en el baúl del carro que había alquilado. Horas después, huyó del país, pero fue capturado en Panamá y extraditado a Colombia. La autopsia reveló que Valentina murió por asfixia y el ciudadano extranjero fue declarado culpable de feminicidio agravado y condenado a 42 años de cárcel.
Ilse Ojeda era una sargento de la policía de Carabineros en Chile, una mujer de 49 años, a punto de jubilarse, con dos hijos y tres nietos. Su vida dio un giro fatal cuando conoció a Juan Guillermo Valderrama, un colombiano 25 años menor que ella. El sujeto la sedujo con promesas y un anillo de "lata", y rápidamente la envolvió en una relación tóxica llena de violencia. "Le azotaban contra la pared, lloraba, lloraba, le decía '¿Por qué me haces esto si yo te doy todo?'", relató su hermana, Alejandra Ojeda, en entrevista con Los Informantes.
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Ilse se enamoró ciegamente. Le entregó su pensión, le compró un carro y finalmente dejó su vida en Chile para seguirlo a Santander, Colombia. Los videos que envió a su familia al llegar mostraban a una mujer ilusionada, pero la realidad era otra. En un último mensaje que nunca llegó a su destino por falta de cobertura, pedía auxilio: "Nano, Nano, ¿estás ahí?, ayúdame por favor".
Días después de su última comunicación, en marzo de 2019, su cuerpo fue encontrado calcinado en una zona rural. Valderrama intentó simular que estaba desconsolado, pegando afiches de búsqueda, pero las pruebas lo delataron. Fue capturado y condenado por este feminicidio que cruzó fronteras, dejando a una familia en Chile clamando por una justicia que sintieron tardía y lejana.
Kellys Zapateiro tenía 28 años y 8 meses de embarazo cuando desapareció el 11 de julio de 2014. Su madre, Iris Guzmán, recuerda esa mañana con dolor: "Yo me levanto diariamente a las 4 en punto de la mañana... me cae la pensadera, me cae el desespero". Kellys salió con una supuesta amiga, Josefa Cardona, a una consulta médica gratuita de la que nunca regresó.
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La investigación reveló un plan macabro. Josefa, quien fingió su propio embarazo durante meses, llevó a Kellys bajo engaños a la estación de policía de Manzanillo del Mar, en Cartagena. Allí, con la complicidad de su pareja, el policía Andrés Díaz, la asesinaron de un disparo, le extrajeron el bebé del vientre y quemaron su cuerpo en una hoguera. Un perro callejero que encontró un brazo de la víctima fue clave para descubrir el crimen.
Milagrosamente, el bebé, a quien llamaron Ángel, sobrevivió. Josefa lo presentó en una clínica como si fuera suyo, pero las pruebas de ADN confirmaron la verdad. Andrés Díaz y Josefa Cardona fueron condenados a 60 años de cárcel. Hoy, Iris cría a Ángel y a su hermano mayor, y aunque un fallo histórico condenó al Estado y a la Policía Nacional a indemnizar a la familia, 11 años después, la reparación no ha llegado.