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El término burundanga en Colombia es sinónimo de miedo, se refiere a cualquier sustancia capaz de anular la voluntad de una persona para cometer un robo, una agresión o, en el peor de los casos, un asesinato. Pero los delincuentes ya no usan la famosa escopolamina, sino que han cambiado su método con potentes medicamentos que consiguen con facilidad hasta en las droguerías del barrio. El número de víctimas aumenta y esto tiene muy preocupadas a las autoridades. Séptimo Día investigó este fenómeno.
Samanta, una de las integrantes de una banda criminal que opera en Medellín, accedió a hablar y afirma que prefiere a los extranjeros. “Ellos no saben tanto de acá del tema, del vicio, de cuánto cuestan las cosas. Ellos es lo que uno le diga”, contó. Su estrategia de selección es sencilla: busca a personas "adineradas y así como que no sepan tanto de la movida".
El anzuelo principal es Julián, el líder de la banda. Él se encarga de contactar a las víctimas a través de redes sociales y aplicaciones de citas. "Como uno sube fotos de mujeres el perfil, entonces ellos se dejan llevar por eso", dijo. El líder califica a sus víctimas como "tan estúpidas que les habla alguien y ahí mismo ya se sienten como halagados, ya le empiezan a hablar bonito”.
Cuando la víctima acepta un encuentro, Julián elige un lugar estratégico, "donde la gente piensa que no los van a robar". Luego, envía a Samanta junto a Alberto, el taxista de la banda. La función de Alberto es simple: “Mi trabajo es transportarla a ella de un lugar a otro”.
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Samanta y Alberto, ambos con antecedentes penales, describen su método con una frialdad impactante. Una vez que Samanta llega al lugar, el plan se pone en marcha. “Nosotras en la discoteca permanecemos. Yo llego, ‘Hola, ¿cómo estás? ¿Qué haces? ¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a tomarnos algo? yo te invito’”. Según Samanta, con esta táctica, "ellos se sueltan más y ya uno sirve las dos copas y ya se hace como si estuviera tomando el vaso de él, pero se la lleva a él”.
Aquí es donde entra en juego la sumisión química. Samanta confiesa usar diferentes tipos de drogas. “La percocet eso es droga para caballos, eso lo duerme totalmente, eso lo dopa. El rivotril sí lo pone como un poco más alterado. La xilacina sí le da mucho sueño. La chilindrina, eso sí los pone ahí mismo a dormir también”, reveló la mujer.
Cuando se le preguntó dónde consiguen estas sustancias, la respuesta es contundente. Julián, el líder, asegura que “eso se consigue en el centro, farmacias clandestinas”. Alberto, por su parte, añade que existe corrupción. "La misma corrupción viene, las mismas droguerías. Eso a todo el mundo no se lo venden”.
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La forma en que Samanta introduce la droga es rápida. "Cuando le voy a dar una bebida. Yo lo manejo es como en un billete. Cierro el billete y ya lo meto entre los otros. Ya ahí no se ve", confesó. Una vez que la víctima ha consumido la droga, el efecto es instantáneo. "Ya viene prácticamente un niño", afirmó Alberto.
Una vez que la víctima está drogada, Samanta la lleva a su hotel o Airbnb, dependiendo donde se estén hospedando. Es en ese momento realizan el robo: "Necesitamos quitar todo lo que son pertenencias y acabamos con él, todo lo que hay”, afirmó el taxista.
Cuando algo sale mal, Julián, el líder de la banda, interviene. "Los manes se dan cuenta que están siendo drogados y eso empiezan a hacer un escándalo. Entonces toca estar ahí, mejor dicho, sacar pistola y sin mediar palabra", contó.
“¿Usted alguna vez piensa en las familias de esas víctimas?”. La respuesta de Julián es contundente: "No, la verdad yo solo pienso en la mía porque cuando a uno lo han cogido, ellos no piensan en uno. A uno ya le toca tener el corazón frío. Si se arrepiente uno, ya mi Diosito lo castiga a uno”, concluyó.
¿Por qué la escopolamina ha caído en desuso? El médico Miguel Antonio Tolosa Rodríguez, experto en toxicología clínica, lo explicó: "La escopolamina produce un efecto de agitación. La persona puede alucinar, tornarse agresiva, lo cual no le conviene al victimario", afirmó. A esto se suman dos factores cruciales: su síntesis es costosa y complicada. Por si fuera poco, el mercado ofrece alternativas más económicas, potentes y fáciles de conseguir. "Hay sustancias que se consiguen en farmacias", agregó el experto.
Según cifras de la Policía Nacional, en la última década, se han registrado más de 21.000 casos de hurto mediante sumisión química. Esto se traduce en un promedio alarmante de seis personas robadas cada día en el país mediante este método. Los departamentos de Cundinamarca, Antioquia y Valle del Cauca encabezan la lista. Tan solo en Bogotá, entre 2024 y los primeros seis meses de 2025, se han reportado 848 casos. Las zonas de rumba más populares, como Chapinero, Teusaquillo, Usaquén y Kennedy, son las más afectadas, demostrando que los delincuentes se mueven donde la gente busca diversión y un momento de distracción.
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Los robos por sumisión química en la mayoría de los casos están relacionados con el consumo de alcohol y la rumba nocturna. Y en Medellín, víctimas, criminales y autoridades coinciden en que el turismo sexual es un caldo de cultivo para estas delincuentes que acechan como presa fácil a los extranjeros.