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Mientras que en la mayoría de los lugares la muerte implica el inicio natural de la descomposición, a tan solo 100 kilómetros al sur de Bogotá, en el corazón de Cundinamarca, se encuentra un municipio donde este ciclo se detiene. San Bernardo, una población de aproximadamente 10.000 habitantes en la provincia de Sumapaz, se ha convertido en un destino enigmático gracias a la momificación natural de algunos de sus difuntos.
Para el público interesado en conocer este rincón del país y su singular museo, la travesía desde la capital colombiana es una ruta de aproximadamente 3 horas y media, dependiendo del flujo vehicular a la salida de Bogotá. Este recorrido, que alcanza unos 100 kilómetros, inicia tomando la vía que se dirige hacia Soacha, continuando a través de pueblos como Sibaté, Silvania, Fusagasugá, Arbeláez y Portones, antes de llegar al destino final.
Es importante tener en cuenta que, si bien la distancia es corta, la duración del viaje puede variar significativamente. Además, el acceso al municipio es por una carretera que ha sido descrita por visitantes como angosta y con tramos rocosos, pero ofreciendo la posibilidad de contemplar un paisaje montañoso único del suroccidente del departamento.
El Mausoleo Municipal José Arquímedes Castro, construido bajo el liderazgo del padre José Arquímedes Castro (cuyos restos también reposan allí), funciona hoy como museo y espacio de memoria. Este lugar, que fue declarado Bien de Interés Cultural en 1998, se ubica en la calle 5 # 2–51 y exhibe más de veinte cuerpos en nichos abiertos al público.
El valor de la entrada es de $5.000 por persona. En el lugar se albergan más de 20 cuerpos momificados de forma natural y está abierto a los visitantes de lunes a domingo, en horario de 9:00 a.m. a 5:00 p.m. Los restos, que incluyen adultos, como don Jorge Armando Cruz Urrea, conocido como "el científico" y menores de edad, representan historias de vida que fortalecen el vínculo con el pasado y el más allá.
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Para los habitantes de San Bernardo, las momias no son simples atracciones, son símbolos sagrados de la memoria colectiva. Las familias visitan el sitio para mantener viva la historia de sus seres queridos, tal como lo expresó don Reynel Díaz, familiar de un difunto que tuvo la convicción de que "iba a quedar momificado". Desde la perspectiva de la iglesia local, los cuerpos son vistos como una imagen de Dios y son venerados y respetados.
Para quienes se aventuran a San Bernardo, la visita al mausoleo ofrece una profunda reflexión sobre la existencia humana y el ciclo de la vida. Como se afirma en el municipio: "En San Bernardo, la muerte no es el final. Es solo un descanso del alma".
En el museo de momias naturales de Colombia, los visitantes podrán encontrar alrededor de 12 cuerpos momificados, como los de una mamá junto a su hija que sufrieron un accidente de tránsito, y en los que se refleja que "hasta en la muerte el amor de madre e hija es inquebrantable", aunque su identidad es desconocida. También podrán presenciar a don Jorge Armando Cruz Urrea, cuyo cuerpo se momificó desde 2016 y aún conserva las pestañas, el cabello, los dientes y las uñas.
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El descubrimiento de este fenómeno ocurrió al exhumar un cuerpo en el cementerio local. Los sepultureros encontraron que el cádaver estaba conservado, manteniendo piel, cabello e incluso parte de su vestimenta en buen estado. Con el tiempo, se percataron de que esto no fue un hallazgo aislado, sino un patrón que llevó a la comunidad a reconocerlo como un fenómeno natural propio de la región.
A diferencia de la momificación artificial, este proceso ocurre sin intervención humana y se define como una deshidratación natural del cuerpo, que impide el crecimiento de bacterias, deteniendo así la descomposición y permitiendo que los cuerpos se mantengan conservados por décadas.
La comunidad y los expertos han propuesto diversas teorías para explicar este suceso, aunque hasta la fecha, la respuesta exacta sigue siendo un misterio que ha atraído a científicos, antropólogos e historiadores. Entre las posibles causas se citan factores geográficos y ambientales como el clima frío de la zona, la baja humedad y la composición específica del suelo. Algunos estudios, incluyendo investigaciones de la Universidad Nacional y la Universidad Externado, han sugerido la presencia de una gran concentración de Carbono 14 en el medio ambiente del cementerio, sumado a la humedad de las bóvedas como posibles factores.
Existe un tercer factor, más cultural y local, aunque menos probable de comprobar, ya que se cree que podría ser la dieta de los sanbernardinos. Los habitantes sugieren que el consumo habitual de alimentos como la guatila y el balú, productos que consideran sanos y sin químicos, podría influir en la conservación después de la muerte. Sin embargo, esta hipótesis genera dudas, dado que estos alimentos también se consumen en regiones vecinas como Boyacá y Santander sin que se presente el mismo fenómeno.
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ANDRÉS FELIPE ADAMES RESTREPO
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