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Clara Cirks, una joven de 30 años originaria de Dallas Center, Iowa, vivía una vida activa y saludable, por lo que pasaba gran parte de su tiempo libre corriendo o entrenando. Por eso, cuando empezó a sentir un dolor persistente en la espalda, pensó que era una lesión deportiva menor, quizás una hernia de disco causada por el esfuerzo.
Sin embargo, detrás de esa molestia se escondía una realidad mucho más grave, un cáncer de pulmón en etapa 4 que ya se había extendido a varios órganos de su cuerpo. Su historia, contada recientemente por medios estadounidenses, es un recordatorio poderoso sobre la importancia de escuchar las señales del cuerpo y no minimizar los síntomas que parecen rutinarios.
Todo comenzó con una molestia que Clara describía como “una presión incómoda en la espalda baja”. Los médicos le diagnosticaron una hernia de disco y le recetaron fisioterapia, sesiones de quiropráctica e incluso inyecciones de esteroides para aliviar el dolor de espalda. Durante meses, siguió las indicaciones, pero la incomodidad no desaparecía y se sumaron otros síntomas como fatiga extrema, mareos, vómitos y desmayos.
“Al principio pensé que solo estaba agotada por mi rutina de ejercicios. Pero empecé a sentirme tan débil que a veces no podía levantarme de la cama”, relató Clara.
Una resonancia magnética cambió el rumbo de su vida. Los médicos notaron una anomalía en la médula ósea, una señal que indicaba que algo más serio estaba ocurriendo. Los análisis de sangre posteriores confirmaron una anemia severa, y las pruebas complementarias revelaron la verdad. Clara padecía un adenocarcinoma pulmonar en etapa 4, un tipo de cáncer de pulmón agresivo que ya había hecho metástasis en el cerebro, el hígado, los huesos, la pelvis y los ganglios linfáticos.
“Estaba completamente devastada”, contó. “No me importaba que el cáncer estuviera en mi cuerpo desde el cuello hacia abajo, pero cuando me dijeron que también se había extendido al cerebro, me destrozó. Pensé: ‘Esto es todo, me voy a morir’”.
A partir de enero de 2025, Clara inició un tratamiento intensivo que incluyó seis ciclos de quimioterapia, cinco rondas de radiación cerebral completa y una inmunoterapia de por vida. Su cuerpo resistió los embates de los medicamentos, pero no sin consecuencias. Durante uno de los ciclos, desarrolló una sepsis potencialmente mortal que la dejó internada en cuidados intensivos durante varios días.
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Aun así, no perdió la esperanza. “Solía vivir con miedo todos los días, pensando que era el último. Pero cuando vi que el tratamiento empezaba a funcionar, recuperé la fe. Ahora creo que puedo ser parte de ese 9% que sobrevive más de cinco años con esta enfermedad”.
El adenocarcinoma pulmonar, según la Asociación Americana del Pulmón, es el tipo más común de cáncer de pulmón en personas no fumadoras y suele comenzar en las células que recubren los alvéolos. En etapas avanzadas, su tasa de supervivencia a cinco años ronda el 9%, una cifra baja, pero que ha mejorado con los avances en inmunoterapia y medicina personalizada.
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Antes del diagnóstico, Clara era diseñadora gráfica y una entusiasta del ejercicio. Ahora vive con su padre, quien la ayuda a cuidarse, y ha cambiado sus entrenamientos de carrera por yoga y ciclismo suave. “Ya no soy la persona que era antes, pero estoy viva, y eso es suficiente”, afirma.
En medio de su proceso, decidió transformar su experiencia en una misión de concienciación sobre la detección temprana del cáncer y la importancia de defender la propia salud ante los médicos.
“Tenía tantos síntomas que me daba pena insistir. Pensaba que iba a sonar como una hipocondríaca. Pero si no hubiera hablado, quizá hoy no estaría aquí”, confesó. “Aprendí que nadie conoce tu cuerpo mejor que tú. Si algo no está bien, hay que decirlo una y otra vez hasta que alguien te escuche”.
MARÍA PAULA GONZÁLEZ
PERIODISTA DIGITAL DE NOTICIAS CARACOL